Formar
ciudadanos científicamente competentes requiere, entre otras cosas, dotar al
alumnado de un lenguaje específico, el científico, del que no solo deben
conocer los términos técnicos y las definiciones sino también las vinculaciones
existentes entre ellos (el llamado patrón temático de Lemke).
Leer
forma parte de la actividad científica y también de la actividad científica
escolar. Las personas que trabajan en el campo de la ciencia leen qué han
escrito otros científicos sobre los temas que investigan. Lo hacen tanto para
saber los antecedentes del objeto de estudio como para contrastar sus nuevas
preguntas, datos e ideas con otros puntos de vista. Y también leen sobre los
campos de aplicación del nuevo conocimiento y sobre cómo se divulga. La lectura
es, pues, una parte constitutiva de la génesis del conocimiento científico y tiene
valor y sentido en sí misma, ya que posibilita ir más allá de lo que se lee y
generar nuevos saberes.
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