En
la sociedad actual se concede mucha relevancia a la formación y a las
calificaciones académicas y a menudo se relacionan la implicación y actuación
de los padres en los estudios de sus hijos con los resultados escolares que
estos obtienen. La consecuencia es que muchos padres y madres se vuelcan en la
educación de sus hijos e invierten en ella ingentes cantidades de dinero,
tiempo y emociones. Sin embargo, los resultados no siempre son los esperados,
como evidencian las elevadas tasas de fracaso escolar. Según los expertos en
educación, la ausencia de recompensa a tanto esfuerzo a menudo tiene que ver
con la desorientación de los padres sobre cuál ha de ser su
papel en el aprendizaje de los hijos, que les lleva a cometer errores que
lastran su educación.
En
unos casos son conductas que no tienen que ver específicamente con los
estudios sino con el estilo educativo de la familia, con comportamientos
tan recurrentes a la hora de educar como la sobreprotección, la falta
de límites, la negatividad o los malos ejemplos a los que se hacía
referencia en Los 12 errores más comunes de los padres, reportaje
publicado en estas mismas páginas el pasado 23 de febrero. Pero otros fallos
muy reiterados están relacionados con el desconocimiento de la respuesta más
adecuada a preguntas como: ¿han de estudiar los padres con los hijos? ¿Y
ayudarles con los deberes? ¿Preguntarles la lección? ¿Revisar y corregir los
trabajos escolares antes de que los entreguen? ¿Premiar las notas? ¿Poner
tareas extras si el maestro exige poco? ¿Buscar profesores particulares?
¿Controlar sus agendas escolares? ¿Hablar con el profesor? ¿Estimularles con
actividades extraescolares?… seguir leyendo.
Vía La Vanguardia
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